Moneditas para hablar.
Una monedita de 20 centavos bastaba
para descolgar un teléfono público y marcar un número que por cierto te lo
sabías de memoria, para los más jóvenes aunque no lo crean es cierto; memorizábamos
los números de amigos, familiares, por su puesto el de la novia(o), quienes tenían
muchos números a quien llamar, como por ejemplo de negocios, o cuando una
persona por primera vez te daba su número de teléfono se utilizaba una agenda
pequeña, de bolsillo, tipo acordeón o libretita donde acostumbrábamos a
anotarlos, era muy común y necesario traer en el bolsillo moneditas de 20
centavos y tu agenda telefónica, de hecho las llamadas eran ilimitadas, con una
sola moneda podías hablar todo el tiempo que tu quisieras, el problema era
cuando algún enamorado(a) hablaba en la cabina telefónica con su ser amado(a) y
pasaba demasiado tiempo platicando y las personas de la fila desesperadas, me
toco inclusive escuchar que le dijeran a la persona que estaba hablando [sic] “ya
cuelga”.
Después, recuerdo que salieron los
mensáfonos o buscapersonas, un aparatito portátil donde las personas recibían
mensajes, quizás los recuerden como beepers, a través de los cuales podías
recibir mensajes, regularmente de quien ocupaba y requería te comunicaras, al
recibir el mensaje le marcabas a quien te buscaba y listo.
Regresando al tema de las moneditas, después de su utilización, vendían tarjetas pre pagadas para hablar, pero yo no eran llamadas ilimitadas conforme avanzaban los minutos tu saldo se iba descontando, en la actualidad, es difícil encontrarlas.
Lo demás es historia, llegaron
los celulares, desde unos que parecían un ladrillo gigante hasta los que se
utilizan hoy en día, pero de ello saben más ustedes que yo, no solo es
comunicación al instante sino que también puedes ser localizado y las personas
pueden saber en dónde te encuentras, ya sea por activar tu ubicación o por
medio de un satélite en tanto este tu teléfono encendido.
Hace tiempo no veo una caseta telefónica
y las que llegan a existir están en proclive a ser totalmente lúgubres, son de
las cosas que alguna vez fueron útiles y ya no son necesarias, fueron rebasadas
por otras más prácticas y que nos otorgan mayores beneficios y comodidad.
Francisco Castro.
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